DOS DE ESPADAS

Desde que nació estaba preparado para este momento, cumplir los 14 años significaba en su pueblo someterse al desafío que todos los varones debían de pasar para convertirse en adultos y dejar de ser críos.


Ser adulto es tomar una espada para defender a los demás,  tomar un caballo sobre el que cabalgar y  tomar una mujer a la que engendrar hijos.

Por ello, Clairith estaba muy entusiasmado, pero también en su interior, aunque no quisiera demostrarlo, estaba lleno de terror.

Debía de someterse a la prueba de las dos espadas y aquello podía significar la muerte.

Aquella noche, después de su juramento no pudo dormir, ni siquiera pudo cerrar los ojos; debían de suponer que en su fría y estrecha alcoba estaba dormido, pero no era así.

De madrugada dos soldados corpulentos y de mentalidad agresiva le despertaron golpeando horriblemente su puerta y gritando con una voz sin compasión.

Una jarra de agua fría, meterse en unos harapos y un mordisco de pan fue lo único que obtuvo, cuando después llevaba caminado por las nevadas y oscuras laderas de la gran montaña dos largas horas, los dos fornidos guerreros le indicaron que debía de proseguir solo hasta la cima.

Con hambre, sed, frio y dolor continuó andando mientras las zarzas le rasgaban el cuerpo y las piedras le destrozaban los pies.

Y allí al final, cuando el lucero del alba empezaba a contornear de azul marino el negro estelar del cielo, lo vio.

Como un monstruo mitológico se hallaban dos gigantescas estructuras, dos espadas cruzadas una a la otra suspendidas en el aire con un color azul eléctrico y no se podía vez la punta porque se perdía entre el firmamento.

Como guiado por un instinto se acercó, sin poder evitar el pánico una fría descarga le recorrió el cuerpo como si atravesase un campo magnético.

Puso la mano en el mango de la inmensa espada de la izquierda.

Entonces todo desapareció y su mente se trasladó, pudo verse de niño, más tarde de bebe, luego a su padre de niño, a sus abuelos de niños…

El poblado se iba haciendo más pequeño y desaparecía, lo ocupaban grandes bosques, luego enormes criaturas peludas recorrían el lugar, luego otras que parecían lagartos gigantes, al final se veía una ciénaga, luego agua, como un mar inmenso y más tarde se secaba todo y aparecía una tierra yerma…al final el sol se apagaba y solo veía oscuridad.

Entonces volvió.

Sin saber lo que hacía, se giró y toco la espada de la derecha, su mente volvió a trasladarse.

Vio el poblado crecer, los arboles perecer, desaparecer todo el verde de los valles y las montañas, emerger grandes y esbeltas estructuras hacia el cielo, inmensos rectángulos con ojos transparentes, los caminos se volvían grises, miles y cientos de miles de seres humanos aparecían y desaparecían, tanta humanidad como nunca el pudiera imaginar, cientos de caminos se elevaban y se retorcían como serpientes, mientras máquinas de apariencia agresiva y con ruedas los circundaban, enormes pájaros sobrevolaban el cielo.

Entonces todo se ponía a arder, la gente corría y gritaba, las piedras caían al suelo y los caminos de piedras se rompían y destrozaban a aquellos seres humanos, ardió todo hasta que al final solo hubo oscuridad de nuevo.

La mente de Clairith volvió a su lugar y vio como amanecía en aquella explanada, las dos figuras en forma de espada no estaban, miro a su alrededor por última vez.

Dio un paso, dos pasos y al tercero le reventó el corazón. Nunca sería un adulto.

Nunca más sería.

Comentarios

Divagando ha dicho que…
Saludos, me agrada leer lo que escribe. Tengo un nieto
con Asperger y deseo ayudarlo al máximo, por
eso leo mucho sobre el tema. Él se siente ignorado
y quiero que lo pueda superar. Gracias
Albus Severus Potter ha dicho que…
Muchas gracias, soy Ignacio Pantoja...comentarios como el tuyo son los que hacen que mi labor merezca la pena. Estoy para lo que necesitéis ;)

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