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Mostrando entradas de junio, 2009

LA ONDINA

LA ONDINA Por Ignacio Pantoja —Estimado viajero —dijo ella—, te has acercado a mi lago a pesar de las prohibiciones de cruzar el umbral de la verja y caminar entre mis dominios. Así se expresaba delante de Adren, una ondina pelirroja de ojos azules y pecas. Adren había cruzado las puertas del jardín prohibido, lleno de las plantas y flores más exhuberantes que se puedan imaginar, de gran tamaño exoticos colores y jugosos frutos y se había acercado a la orilla del lago simplemente por la curiosidad de ver el jardin y de beber en las magnificas aguas de su lago. —¿Quién eres tú? —dijo de manera muy tímida. —Soy la guardiana del lago —le respondió ella de manera altanera. Adren se metió lentamente en el lago y la ondina se le acercó. Adren la miraba con lujuria, era tan rabiosamente hermosa- Cayeron en lo que él creyó un beso apasionado de amor, poco después se habían juntado tanto que no se distinguían el uno del otro, haciendo el amor a la orilla del río. Se besaron en la orilla,

EL HADA

EL HADA De Ignacio Pantoja Se coló por la ventana que daba al bosque, entonces lo vio, no entendía cómo los humanos podían vivir en aquellos lugares metidos entre penumbra, utilizando unas luces mediocres y enfermizas de color naranja que salían de unas frutas duras y calientes; después vio al humano, era horrible, era desproporcionadamente grande; además, era feo, grotesco e inmundo; le vio cómo iba vestido y se sintió mal, llevaba una ropa horriblemente fea, de colores y que no servía para nada, solo le quedaba mal; después le vio encender un aparato cuadrado por el que se oían unas voces roncas y desmejoradas, en el que salian mas humano igualmente grotescos, mas tarde le vio comer un trozo de carne con unos elementos metálicos repulsivos, se la metía en la boca; la mordía con sus horribles y sucios dientes; después se levantó para ir al baño. Le vio algo parecido a un gusano que excretó una espuma horrible sobre otro utensilio con pelos se lo metió en la boca, entonces el humano

Fenix

EL FÉNIX Por Ignacio Pantoja Uno… dos… tres… Los esfuerzos que hacia por salir de la cascara dura eran cada vez más fuertes, había despertado hacía poco y cada vez tenia más ganas de salir, se sentía más y más poderosos. Uno… dos… tres… Ya lo había conseguido, ahora solo tenia que hacer un último esfuerzo, desplegó sus enormes alas e iluminó todo el valle, se inclinó y saltó al precipicio. Primero cayó y cayó, pero al cabo de un rato era más fuerte que la gravedad y salió impulsado hacia arriba, el batir de sus alas se oía como un tambor a kilómetros. Siguió batiendo y batiendo sus alas, poco a poco cada vez era más grande y lo notaba, entonces lo vio: era un poblado de humanos que querían cobijarse a miles de kilómetros de allí. Se acercó más y más hasta que los que allí vivían creyeron que salía el sol y salieron a trabajar en el campo cuando la terrible sorpresa de una mar de fuego los sorprendió. Con picotazos crueles rompió las cabañas y se comió uno tras otro a los aldeanos, los