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El Terror que vino del Espacio

Hace unos años, según me comentaron, vivía un matrimonio sexagenario en mitad de la montaña; guardeses de fincas desde su juventud, vivian en monótona complicidad durante décadas, mientras sus hijos habían huido a la ciudad en pos de un mundo mejor. Asi pasaban el tiempo arreglando los desperfectos de la ruinosa propiedad de los pudientes dueños. Justo una noche, después de recoger el ganado, se hallaban acostados el uno junto al otro en su ancha cama cuando algo ocurrio. Un ruido exagerado, que primero parecia un zumbido y después pasó a ser como el ruido de un motor de avión, invadió su lecho conyugal, haciendo que el ruido del gota a gota del grifo y el susurro natural del viento cesaran durante unos instantes. Un sonido horrible, como un trueno en mitad de una tormenta veraniega; tanto el hombre como la mujer temblaron; más aún cuando vieron unas luces de colores que parecian de otro mundo cruzar su habitación. La mujer y el marido se miraron horrorizados. Los perros ladraron, las ...

LA ONDINA

LA ONDINA Por Ignacio Pantoja —Estimado viajero —dijo ella—, te has acercado a mi lago a pesar de las prohibiciones de cruzar el umbral de la verja y caminar entre mis dominios. Así se expresaba delante de Adren, una ondina pelirroja de ojos azules y pecas. Adren había cruzado las puertas del jardín prohibido, lleno de las plantas y flores más exhuberantes que se puedan imaginar, de gran tamaño exoticos colores y jugosos frutos y se había acercado a la orilla del lago simplemente por la curiosidad de ver el jardin y de beber en las magnificas aguas de su lago. —¿Quién eres tú? —dijo de manera muy tímida. —Soy la guardiana del lago —le respondió ella de manera altanera. Adren se metió lentamente en el lago y la ondina se le acercó. Adren la miraba con lujuria, era tan rabiosamente hermosa- Cayeron en lo que él creyó un beso apasionado de amor, poco después se habían juntado tanto que no se distinguían el uno del otro, haciendo el amor a la orilla del río. Se besaron en la orilla, ...

EL HADA

EL HADA De Ignacio Pantoja Se coló por la ventana que daba al bosque, entonces lo vio, no entendía cómo los humanos podían vivir en aquellos lugares metidos entre penumbra, utilizando unas luces mediocres y enfermizas de color naranja que salían de unas frutas duras y calientes; después vio al humano, era horrible, era desproporcionadamente grande; además, era feo, grotesco e inmundo; le vio cómo iba vestido y se sintió mal, llevaba una ropa horriblemente fea, de colores y que no servía para nada, solo le quedaba mal; después le vio encender un aparato cuadrado por el que se oían unas voces roncas y desmejoradas, en el que salian mas humano igualmente grotescos, mas tarde le vio comer un trozo de carne con unos elementos metálicos repulsivos, se la metía en la boca; la mordía con sus horribles y sucios dientes; después se levantó para ir al baño. Le vio algo parecido a un gusano que excretó una espuma horrible sobre otro utensilio con pelos se lo metió en la boca, entonces el humano ...

Fenix

EL FÉNIX Por Ignacio Pantoja Uno… dos… tres… Los esfuerzos que hacia por salir de la cascara dura eran cada vez más fuertes, había despertado hacía poco y cada vez tenia más ganas de salir, se sentía más y más poderosos. Uno… dos… tres… Ya lo había conseguido, ahora solo tenia que hacer un último esfuerzo, desplegó sus enormes alas e iluminó todo el valle, se inclinó y saltó al precipicio. Primero cayó y cayó, pero al cabo de un rato era más fuerte que la gravedad y salió impulsado hacia arriba, el batir de sus alas se oía como un tambor a kilómetros. Siguió batiendo y batiendo sus alas, poco a poco cada vez era más grande y lo notaba, entonces lo vio: era un poblado de humanos que querían cobijarse a miles de kilómetros de allí. Se acercó más y más hasta que los que allí vivían creyeron que salía el sol y salieron a trabajar en el campo cuando la terrible sorpresa de una mar de fuego los sorprendió. Con picotazos crueles rompió las cabañas y se comió uno tras otro a los aldeanos, los ...

El Gris

EL GRIS Subía cansado, hacía ya mucho tiempo que avanzaba por la cumbre, horas y horas de sufrimiento, desazón… Deseaba llegar a la cima, era K.P. Roostringerd, el primer explorador que escalaba esa montaña de Marte, ahora casi estaba llegando… rojo, rojo, rojo. Tierra roja como la sangre que brotaba de sus piernas y su nariz, polvo rojo, tormentas rojas, nubes rojas, planeta maldito. Poco a poco avanzaba a duras penas. Cuando pudo contemplar toda la cumbre de la cima una presencia se le apareció «Un niño», pensó, pero no era un niño, era un ser de color grisáceo, de extrema flaqueza y grandes y ovalados ojos que le observaban. —¡Santa María, Madre de Dios —exclamó y sacó el crucifijo de debajo de su grueso abrigo. El gris se acercó hacia él. —¡Vade retro, demonio! —le espetó, se sentía violento, había oído hablar mucho de esos seres pero jamás pensó que se toparia con ninguno. El gris seguía hermético, sin expresión, entonces oyó su voz en su mente: «Largo de aquí, humano». Se asustó...

Natalia

NATALIA De Ignacio Pantoja Natalia miró hacia el horizonte, aquellas motas de color morado anunciaban que en breve saldría el sol por donde el color negro de la noche empezaba a convertirse en azul. El conducto de alta velocidad que recorría el océano Atlántico en media hora iba a llegar a su destino, a lo lejos veía las inmensas torres de Lisboa, después cogería un bulsko a Madrid que estaria en diez minutos. Natalia tenía muchísimas ganas de llegar pues allí encontraría a su novio y deseaba verle. -Natalia- dijo una voz dentro de su bolso-¿Cuánto falta? -Muy poco…estate tranquilo, Arkpi- dijo ella con dulzura Nada más llegar empezaban a aparecer los primeros rayos, pero el sol aún no había salido. Por fin llegó a la ciudad de Lisboa, se había levantado muy pronto desde Nueva York, había estado deseando toda la noche que llegase el alba y casi no había dormido, por un lado estaba esperanzada pero por otro tenía miedo. Caminó tranquilamente hasta que vio la parada de los bul...

El Gato del Diablo

El gato del Diablo Desde algunos años había un invitado no deseado en el hospital, algo negro, algo que se movía rápido entre las camas, algo indeseable, algo intangible, algo oscuro que aterrorizaba a todos los ancianos de ese geriátrico, lo llamaban el gato del terror pues decían que todo en quien se quedase moriría irremediablemente. Jacinto era un hombre católico que no temía a la muerte, sin embargo cada vez que veía pasar al horrible felino sentía escalofríos y nauseas, era una pena que se hubiese dejado a ese demoniaco ser entrar en un lugar tan sagrado como un hospital de ancianos, la gente se apartaba de el, sentía pánico, era un gato negro como el ala de un cuervo y con los ojos verdes brillantes, extraterrestres, alguno había dicho que era la encarnación del mal, ya que donde se tumbaba moría alguien Hace pocos días una anciana lo agarro y estuvo a punto de retorcerle el cuello tras lo que el felino emitió unos maullidos infernales y unas funcionarias sujetaron a esa mu...