El Gato del Farero
Nyrcella llego al gran salón,
se preparo un vaso de coca cola y se sentó sobre el sillón; su gata blanca
salto sobre ella y se recostó.
Nyrcella abrió el periódico
y empezó a hojearlo.
-¡Hijo de puta!- pronunció
de repente mirando una noticia.
-¿Qué te ocurre?- le
preguntó Regho que pasaba por allí.
-Una barbaridad- contesto
Nyrcella- un mandamás de Nueva Zelanda quiere acabar con todos los gatos- dijo
mientras acariciaba a Luna, su gata- que son asesinos de la naturaleza.
-Habría que meterlo en la cárcel-
sugirió Regho- no sé cómo hay gente tan insensible en el mundo.
-Imagínate que se lo
hicieran a Luna- respondió Nyrcella mientras se miraba con su gata con cariño.
Sonó el timbre.
-Es tu hermano- dijo Nyrcella-
ya ha hecho la compra.
Regho abrió la puerta y se encontró
con Bleison lleno de bolsas.
-Joder, ayudadme un poco-
regaño él.
Regho copio algunas bolsas
y se preparo para ir a la cocina.
-Fíjate en esta noticia-
dijo Nyrcella indignada sin moverse del sofá y le tendió el periódico.
Blaison lo leyó.
-Luego dicen que somos el único
país primitivo por nuestra “fiesta nacional”.
-Bueno no es exactamente lo
mismo.
Regho echó una mirada antes
de entrar en la cocina, sabía lo que se avecinaba.
-¿Qué no es lo mismo qué?- voceo
Nyrcella con furia.
-Que no es lo mismo que
matarlos por diversión como a los toros en España- dijo Blaison terminando de
leer el artículo- se trata de una medida para proteger las aves autóctonas.
Nyrcella lo miró con
sorpresa; Regho escuchó desde la cocina.
-Hay una serie de aves endémicas
de Nueva Zelanda, mas bien del continente de Oceanía cuyos depredadores
naturales están extintos y corren peligro de extinción si se deja a
depredadores invasores como los gatos y los perros- explico Blaison.
-¡Y eso justifica que la
despellejen!- grito Nyrcella sosteniendo a Luna.
-No dije eso, dije que…-
intento explicarse Blaison.
-¡Menudo biólogo de
mierda!- expreso Nyrcella muy airada mientras sostenía a Luna en su regazo-
¡Tanta lucha contra los asesinos de toros y ahora les das la razón!
-Menudo cambio de opinión-
dijo su hermano saliendo de la cocina mientras tomaba una Fanta- Ya vas
conociendo a tu cuñado- le dijo a su novia.
-No me habéis dejado
explicarme- dijo Blaison mientras se sentaba en el sillón y dejaba el periódico
sobre la mesa de cristal.
Nyrcella lo miró con odio.
-También matamos mapaches
aquí en Doñana y no es por diversión; es por defender a otras especies, ellos
son especies invasoras que les ponen en peligro.
-¡Eso no justifica nada!-
bufó Nyrcella.
Regho se apoyó en el sofá.
-En Nueva Zelanda existían
aves monstruosas como el Moa o el Águila de Hass, extintas por el hombre; ojala
existieran aun…
-Eso nunca fue culpa de los
gatos…-empezó Nyrcella.
-Si, muchos de ellos han
acabado depredando a muchas aves de las islas de Oceanía, especies enteras que
poblaban cantidad de islas…algunas de ellas se contaban por millones; los gatos
no son sus depredadores naturales y no tenían como defenderse; los gatos viven
en los seis continentes pero no podemos permitir que acaban con especies únicas
de una isla, como biólogo sé que hay que tener un control.
-Nyrcella, algo de razón si
lleva- dijo Regho- no se trata de matarlos por diversión, solo controlar su
peligrosidad.
-¿Ves que Luna sea
peligrosa?- respondió ella- el único animal peligroso el ser humano.
-No me gustaría encontrarme
un león en medio de la sabana- respondió Regho riéndose.
-Fíjate Nyrcella; en
octubre de 1895 el gobierno británico instaló un pequeño faro en la isla de
Stephens - una pequeña isla entre las dos grandes de Nueva Zelanda –con la misión de que
orientara a sus barcos por el peligroso paso; allí se establecieron el farero
David Lyall, su familia y su mascota, un gato llamado Tibbels.
Regho escucho con atención;
Nyrcella abrazo a Luna.
-Allí vivía una pequeña ave
nocturna no voladora - prosiguió Blaison-
fue descubierta por David cuando Tibbels le trajó trece trofeos.
David aficionado a la ornitología
envió los cadáveres de las aves al museo de Wellington, para que fuese
declarada especie descubierta y protegida. Allí le dieron el nombre de Xenico
de Lyall en honor a su descubridor; pero antes de que llegase Navidad, Tibbels había
acabado con toda la especie.
“Plantéate si ese pobre
animal merecía el mismo respeto que Luna, Nyrcella”
Blaison abandonó el salón
subiendo por las escaleras; Nyrcella abrazo a Luna pensativa; Regho se sentó su
lado y suspiró sin saber qué decir.
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