En el nombre de Dios
Antoine Faure galopaba con su noble corcel por las praderas del norte de Francia, la misión era necesaria y justificada, unos monjes de un convento cercano habían alertado al mismísimo rey de que unos aldeanos había practicado artes oscuras y orientales cerca de allí y el Demonio había excretado su presencia. Como templario con 20 años de experiencia estaba muy claro lo que debía de hacer, extirpar la maldad del mundo terrenal y devolverla a la oscuridad de los infiernos donde el Maligno mora. Tras una parada en una posada a varios kilómetros del lugar del pecado, Antoine recogió toda la información que pudo, los aldeanos se había rebelado contra su señor y la Iglesia católica y organizaban fiestas paganas en un valle con rituales oscuros, sacrificios humanos, herejías, lujuria y adoración de Satanás. Sinceramente se sentía tan preocupado por esa aberración que no espero a que se hiciese de día ni durmió en la posada, directamente como caballero y siervo de Dios salió en...