Navidades en el pueblo
Navidades en el Pueblo
Samantha tiene ya 30 años, hoy mientras hace un proyecto para una carretera en el despacho de su casa, entre papeles y planos, lápices y carpetas algo cae al suelo.
Le da la vuelta y ve que es una foto de su abuelo, la vuelve a mirar, aun le sonríe estáticamente, sin embargo lleva ya mas de una década muerto, en ese momento recuerdos del pasado pasan fugazmente por su cabeza.
Recordó, aquellas noches frías de antaño, cuando era niña; aquellas noches en el pueblo de los padres de su madre; en medio de la montaña, el frio no solo congelaba, dolia, el viento era implcable, duro y hostigador pero lo mas bonito eran aquellos copos de nieve, aquellos maravillos y gelidos copos blancos que caian del oscuro cielo a la montaña y teñian de blanco el verde.
Recordó las vallas, las vacas, los pinos, la pequeña carretera que llevaba allí y la casa de sus abuelos, en medio de los enromes árboles, cerca del rió que se congelaba.
Todavía hoy habiendo tantísima distancia tanto temporal como emocional podía sentir como su sangre se helaba bajo sus venas; sin embaro alli habia otro mundo, un mundo calido, familiar y festivo dentro de la hogareña casa de sus abuelos.
Recordaba los jerséis de lana, las carreras y las peleas con sus hermanos, a sus padres regañándolos, y a sus abuelos.
Sus abuelos eran gente antigua, gente de del siglo pasado, gente estricta, gente que la vida había endurecido, que habían pasado una amargura por cada arruga de su cara.
Recordó como sus abuelo presidía la mesa, con aire autoritario los miraba y los regañaba mirándolos severamente cada vez que comían antes de rezar o cada vez que hacían alguna impertinencia.
Su abuela era también una persona muy seria, daba menos respeto, pero componía junto a el una pareja perfecta; La abuela jamás había trabajado fuera de casa, siempre se había dedicado a cocinar y a criar a sus siete hijos. De allí que no toleraba que su hija le echase una mano en la cocina y les mantenía a todos los hermanos a raya en las peleas.
Sin embargo no era todo autoritarismo y seriedad, los abuelos a su manera eran muy tiernos, eran gente dura si., Pero a veces mucho mas amables que sus padres, siempre en Navidad les entregaban 20 dólares a cada uno y siempre que paseaban la invitaban a helados y a chuches no como los padres que siempre dicen que no se lo merecía.
También recordaba las veces que la llevaron al cine, al parque de atracciones sin rechistar y sobre todo recordaba como cuando ella y sus hermanos se reunían al amor de la lumbre con su a abuela y las contaba cosas del pasado, de la guerra, de un tiempo primitivo que ellos no conocían.
Pensando y pensando Samantha recordó una situación muy especial, una vez estando , con su madre se gano una regañina por tirar de los pelos a su hermano menor porque la estaba haciendo burla y la había escupido.
Se enfado tanto que cogió y se fue de la mesa y no contenta con ello salió de la casa sin que se enterasen y se unió al frió y soleado día de invierno, anduvo frustrada, cruzo la pequeña carretera y se dirigió a la laguna a tirar piedras al agua.
Anduvo, anduvo llena de ira a la que se sumaba el miedo a la represalia de sus padres que ya habrían notado que se había ido, entonces mientras andaba rebajo sobre un asqueroso barro formado la noche anterior sobre una roca plana y cayo al suelo y se golpeo la espalda, choco con tanta brusquedad que exclamo un “la hostia puta” que resonó por todo el espeso bosque.
Se levanto y se limpio las manos llenas de suciedad y sangre. Entonces lo vio, a diez metros de ella se encontraba un animal muy hermoso, una enorme herbívoro de cuatro patas y enormes cuernos la miraba desconfiado; ella primero se asusto de su tamaño y de sus enormes cuernos; Estaban ella y el animal juntos en medio de la nada; sin embargo no pudo esconder su ansiedad por acariciar y comprobar que ese animal era de carne y hueso, así que acerco lentamente, poco a poco, el animal la miraba indeciso, se acerco mas y cuando estaba apunto de tocarle, se dio la vuelta y retrocedió hacia el frondoso bosque, al principio pensó seguirlo pero el miedo a sus padres le hizo dejarlo.
-Siempre acaban huyendo, sobre todo cuando no te conocen- dijo una voz familiar tras de ella que la sobrecogió y a la vez la hizo temer.
-No te preocupes, a mi me pasa a veces lo mismo; las personas se enfadan sin motivo y no sabemos muy bien por donde sacar nuestro carácter.
Samantha miro a su abuelo confundida, era la primera vez que le oía decir eso en un enfrentamiento con sus padres.
-No me gusta como son, a veces los odio.
-Te comprendo dijo el, yo también tuve padres hace mucho tiempo, pero entonces si que eran duros, recuerdo que a mi padre le llamábamos de usted y siempre que hacíamos algo malo nos daba con el cinturón y nos hacia marcas que duraban.
Samantha se quedo mirándole intentando creer que aquel hombre había sido alguna vez niño como ella y había discutido con sus padres y se había sentido como ella ahora.
-Al final cuando te haces viejo te das cuenta de que todas aquellas cosas por las que has perdido alguna amistad o has hecho daño no merecían mucho la pena, sabes cada vez que pienso la cantidad de personas con las que he discutido y no ha servido para nada.
Ella lo miro indecisa.
-Claro que hay veces que ponernos en nuestro lugar; sabes con el tiempo aprendes a no tener miedo a plantar cara a la gente, cuando llegas a esta edad te das cuenta de que muy pocas cosas importan, tu familia, tu mujer y unos pocos amigos. Venga vamonos para casa.- Y cogiendola tiernamente de la mano la alejo del frondoso y frio bosque rumbo a la casa.
Poco después de llegar su abuelo les contó a sus padres que había salido a dar una vuelta con el.
Hoy a pesar del tiempo recuerda muy muy bien esos quince minutos casi con mas nitidez de lo que recuerda todas las navidades que pasaron con sus abuelos.
Samantha tiene ya 30 años, hoy mientras hace un proyecto para una carretera en el despacho de su casa, entre papeles y planos, lápices y carpetas algo cae al suelo.
Le da la vuelta y ve que es una foto de su abuelo, la vuelve a mirar, aun le sonríe estáticamente, sin embargo lleva ya mas de una década muerto, en ese momento recuerdos del pasado pasan fugazmente por su cabeza.
Recordó, aquellas noches frías de antaño, cuando era niña; aquellas noches en el pueblo de los padres de su madre; en medio de la montaña, el frio no solo congelaba, dolia, el viento era implcable, duro y hostigador pero lo mas bonito eran aquellos copos de nieve, aquellos maravillos y gelidos copos blancos que caian del oscuro cielo a la montaña y teñian de blanco el verde.
Recordó las vallas, las vacas, los pinos, la pequeña carretera que llevaba allí y la casa de sus abuelos, en medio de los enromes árboles, cerca del rió que se congelaba.
Todavía hoy habiendo tantísima distancia tanto temporal como emocional podía sentir como su sangre se helaba bajo sus venas; sin embaro alli habia otro mundo, un mundo calido, familiar y festivo dentro de la hogareña casa de sus abuelos.
Recordaba los jerséis de lana, las carreras y las peleas con sus hermanos, a sus padres regañándolos, y a sus abuelos.
Sus abuelos eran gente antigua, gente de del siglo pasado, gente estricta, gente que la vida había endurecido, que habían pasado una amargura por cada arruga de su cara.
Recordó como sus abuelo presidía la mesa, con aire autoritario los miraba y los regañaba mirándolos severamente cada vez que comían antes de rezar o cada vez que hacían alguna impertinencia.
Su abuela era también una persona muy seria, daba menos respeto, pero componía junto a el una pareja perfecta; La abuela jamás había trabajado fuera de casa, siempre se había dedicado a cocinar y a criar a sus siete hijos. De allí que no toleraba que su hija le echase una mano en la cocina y les mantenía a todos los hermanos a raya en las peleas.
Sin embargo no era todo autoritarismo y seriedad, los abuelos a su manera eran muy tiernos, eran gente dura si., Pero a veces mucho mas amables que sus padres, siempre en Navidad les entregaban 20 dólares a cada uno y siempre que paseaban la invitaban a helados y a chuches no como los padres que siempre dicen que no se lo merecía.
También recordaba las veces que la llevaron al cine, al parque de atracciones sin rechistar y sobre todo recordaba como cuando ella y sus hermanos se reunían al amor de la lumbre con su a abuela y las contaba cosas del pasado, de la guerra, de un tiempo primitivo que ellos no conocían.
Pensando y pensando Samantha recordó una situación muy especial, una vez estando , con su madre se gano una regañina por tirar de los pelos a su hermano menor porque la estaba haciendo burla y la había escupido.
Se enfado tanto que cogió y se fue de la mesa y no contenta con ello salió de la casa sin que se enterasen y se unió al frió y soleado día de invierno, anduvo frustrada, cruzo la pequeña carretera y se dirigió a la laguna a tirar piedras al agua.
Anduvo, anduvo llena de ira a la que se sumaba el miedo a la represalia de sus padres que ya habrían notado que se había ido, entonces mientras andaba rebajo sobre un asqueroso barro formado la noche anterior sobre una roca plana y cayo al suelo y se golpeo la espalda, choco con tanta brusquedad que exclamo un “la hostia puta” que resonó por todo el espeso bosque.
Se levanto y se limpio las manos llenas de suciedad y sangre. Entonces lo vio, a diez metros de ella se encontraba un animal muy hermoso, una enorme herbívoro de cuatro patas y enormes cuernos la miraba desconfiado; ella primero se asusto de su tamaño y de sus enormes cuernos; Estaban ella y el animal juntos en medio de la nada; sin embargo no pudo esconder su ansiedad por acariciar y comprobar que ese animal era de carne y hueso, así que acerco lentamente, poco a poco, el animal la miraba indeciso, se acerco mas y cuando estaba apunto de tocarle, se dio la vuelta y retrocedió hacia el frondoso bosque, al principio pensó seguirlo pero el miedo a sus padres le hizo dejarlo.
-Siempre acaban huyendo, sobre todo cuando no te conocen- dijo una voz familiar tras de ella que la sobrecogió y a la vez la hizo temer.
-No te preocupes, a mi me pasa a veces lo mismo; las personas se enfadan sin motivo y no sabemos muy bien por donde sacar nuestro carácter.
Samantha miro a su abuelo confundida, era la primera vez que le oía decir eso en un enfrentamiento con sus padres.
-No me gusta como son, a veces los odio.
-Te comprendo dijo el, yo también tuve padres hace mucho tiempo, pero entonces si que eran duros, recuerdo que a mi padre le llamábamos de usted y siempre que hacíamos algo malo nos daba con el cinturón y nos hacia marcas que duraban.
Samantha se quedo mirándole intentando creer que aquel hombre había sido alguna vez niño como ella y había discutido con sus padres y se había sentido como ella ahora.
-Al final cuando te haces viejo te das cuenta de que todas aquellas cosas por las que has perdido alguna amistad o has hecho daño no merecían mucho la pena, sabes cada vez que pienso la cantidad de personas con las que he discutido y no ha servido para nada.
Ella lo miro indecisa.
-Claro que hay veces que ponernos en nuestro lugar; sabes con el tiempo aprendes a no tener miedo a plantar cara a la gente, cuando llegas a esta edad te das cuenta de que muy pocas cosas importan, tu familia, tu mujer y unos pocos amigos. Venga vamonos para casa.- Y cogiendola tiernamente de la mano la alejo del frondoso y frio bosque rumbo a la casa.
Poco después de llegar su abuelo les contó a sus padres que había salido a dar una vuelta con el.
Hoy a pesar del tiempo recuerda muy muy bien esos quince minutos casi con mas nitidez de lo que recuerda todas las navidades que pasaron con sus abuelos.
Comentarios
Qué tal?? Qué vas a hacer en vacas?? Besos.Espe
a bote pronto:
me ha gustado.
En este cuento que nos cuentas, veo muchas cosas ciertas:
Que "las cosas no son siempre lo que a primera vista nos parecen"
Que algo que tiene valor, permanece para siempre? en nuestra memoria
...
q t salga como t tenga q salir, ya sabes a qué me refiero.